A Luis García Montero
LLUEVE SIEMPRE EN LA MEMORIA
Son borrosos, se ahogan, como un murmullo mis pensamientos.
Con alternancia hipnótica y zumbido somnoliento,
las escobillas del parabrisas vierten la lluvia. Callo
y el conductor escucha mi silencio en un retrovisor sin azogue.
No hay taxi que no haya velado el extravío de un pasajero
sumergido aun en el infinito de las caderas de su amante.
Aunque me admiras mucho antes, con tu blusa de lienzo
y su gorguera de encaje delicado, la penumbra
desnuda de tu cuerpo en mis manos, son las señas que recuerdo.
A ella se llega después de besar en el aire su perfume
y en las pupilas temblarme el titilar de sus senos.
Es esa claridad de albayalde la que me orienta.
Bromeas mientras te desvisto, te contraes, cuando tomo en mi boca
las cerezas de pergamino de tus pezones. Lentamente,
tomas tu lugar en el nocturno firmamento… y amaneces.
Mi memoria es el desorden de tu cuarto aquella noche.
Tú, feliz en tu sonrisa, adornada por dentro con mis pétalos,
me despides. Abajo, en el portal, me espera el taxi.
fernando muñoz